Taika Waititi siempre está al borde de la “yanqueada” y el descontrol creativo. Pero, cuando parece que todo se le desborda, lo vuelve a encausar. Y eso es Thor: amor y trueno.
Nuevamente al mando de una película de uno de los personajes favoritos de los fans de Marvel, Waititi desacelera lo que ofrecía en Ragnarok (2017). En consecuencia, el ridículo, el chiste paródico y el esquema cartoon quedan más acartonados. Pero Thor (Chris Hermsworth) está, su química con Jane (Natalie Portman) también, y el concepto de enemigo mortal se salva (algo) con el Gorr de Christian Bale.
Sí, hay un concepto conformado por el vistazo borroso a los temas de Jojo Rabbit (2019) y esos niños que se valen por sí mismos (y, a la vez, necesitan cierta guía). En el medio, la energía de Guns N’ Roses, la Thor mujer, el sacrificio, la presencia de Valquiria (Tessa Thompson), la ingenuidad -no tan ingenua- de Korg (Waititi), los cameos y las cabras que gritan.
Este intento de explosividad se atasca en otro concepto, el de las deidades y su función, con un Russel Crowe divertido y un contexto efímero y más extraño que extravagante. Cuando la profundidad lo llama, el director la trastoca en un simplismo que roza lo barato. Pero, de nuevo, sale a flote por su capacidad para retrotraerse y encontrar la ternura en lugares insospechados.
Después está el mecanismo previsible, el engranaje de Marvel que todo guionista acepta. Nunca sabremos qué pasaría si el milagro sucediera y el estudio otorgara todo el control creativo al director. No obstante, el final marca Waititi se integra más que bien con la mezcla de metáforas chillonas, conservadoras e incisivas.
Amor y trueno es, entonces, un rock refrenado, un capítulo entrecortado… Un plan que no se concreta del todo, pero con carisma suficiente.
Y a vos, ¿qué te pareció? ¡Dejanos tu comentario!