Crítica: Suzume

Cerrando las puertas del desastre

Título original: Suzume no tojimari

Año: 2022

País: Japón

Género: Animación, aventura

Dirección: Makoto Shinkai

Guion: Makoto Shinkai

Protagonistas: Nanoka Hara, Hokuto Matsumura, Eri Fukatsu, Shôta Sometani, Sairi Itô, Kotone Hanase, Kana Hanazawa, Ryunosuke Kamiki, Ann Yamane

Música: Kazuma Jinnouchi, Radwimps

Producción: CoMix Wave Films, Story, Aniplex, Kadokawa, Lawson Entertainment, Voque Ting, Toho (distribución)

Duración: 2 horas y 2 minutos

Makoto Shinkai tiene en claro los temas que desea tratar. En Your name (2016) alcanzaron esa combinación entre mensaje propio, dedicación al espectador y popularidad. En Suzume, esas ideas vuelven a girar.

Tras un encuentro con un hombre de camino a su escuela (¿casual o causal?: ahí hay un lindo detalle), la joven Suzume descubre que hay unas extrañas puertas por todo Japón, y que, tras ellas, se esconde un mal terrible. Si no las cierra a tiempo, se producirán catástrofes de proporciones bíblicas.

Shinkai es vivo en su campo: sigue las reglas del anime romántico y fantástico casi a rajatabla, y las estira hasta que llega el momento de desviar la mirada e ir por el lado del drama, la pena y la incertidumbre. Por eso, aquí no esconde las cartas. Suzume y Souta aceptan de inmediato su destino. Luego, se suceden transformaciones creativas que suman varios porotos a la fantasía. Y, finalmente, tiene lugar una especie de road movie que representa el crecimiento de Suzume.

Pero hay un par de ítems que llevan al relato por el camino de lo naif. Es que aquí Shinkai confía (tal vez demasiado) en la bondad de las personas y las redes sociales. Entonces, los conflictos de Suzume pierden sustancia y deben ser rescatados por la comedia estilo sitcom, los rostros de los protagonistas, la siempre impresionante estética y las referencias (no tan) sutiles a Studio Ghibli.

Por otro lado, insiste en traer el concepto del tiempo como si fuera un punto de apoyo imprescindible. Los temas se entremezclan, se comprimen y abarcan tanto que, en un pestañeo, estamos entre dioses, desastres naturales y monstruos fálicos con efectos tan inmersivos como fugaces.

Si Ghibli hace culto de las escenas largas y dialoguistas para preparar el terreno o dejar pequeñas huellas, Shinkai aliviana tanto esa fórmula que, al menos aquí, sus pasajes están más del lado de las series que del cine. No desentonan; tampoco arrojan lo que promete.

Daijin, personaje de Suzume.

Queda el mensaje sobre el medioambiente, los lugares que nos hicieron felices, el paso de etapas y el combate frente al machismo que desencadena desgracias (no es solo el monstruo, sino una tía, un amigo, un colega de trabajo…). Como se conectan y desconectan con gran velocidad, el impacto de cada uno permanece aislado… Pero allí están.

De nuevo: las cartas están sobre la mesa para disfrutarlas. Las imágenes de la comida que la chica comparte con familia y amigos son, quizá, su expresión más sólida.

Lo mejor: El preciosismo de Shinkai, que deslumbra de nuevo.

Lo peor: Muchos temas comprimidos.

Brinda: Esperanza

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