Crítica: Obi-Wan Kenobi

Para continuar con el universo Star Wars, y tras The Mandalorian y El libro de Boba Fett, Disney+ lanzó los primeros dos episodios de Obi-Wan Kenobi. Esta serie de seis capítulos se basa en el mítico jedi interpretado por el siempre confiable Ewan McGregor.

Con un despliegue visual a la altura de las películas de la saga, la parte inicial funciona para contextualizar la dramática historia: ¿cómo es la galaxia tras la llegada del temible Imperio?, ¿y cómo se las ingenian los jedis para escapar de la persecución?

Las respuestas están desde los primeros minutos. El panorama toma peso con el accionar de los inquisidores imperiales, en especial el de Reva (Moses Ingram), tan impulsiva como malvada.

Casi como metáfora de la lucha entre el bien y el mal, la paleta de colores también varía entre las luces y sombras. Tienen protagonismo tanto los escenarios brillantes y desérticos como los sectores nocturnos y peligrosos que transita el protagonista.

Luego, la verdadera fuerza argumentativa se encuentra con el carisma habitual de McGregor y las características de su nueva y monótona vida como refugiado. Esa linealidad se rompe cuando recibe la visita del senador Bail Organa (Jimmy Smits) con una dura noticia: la pequeña Leia fue secuestrada por cazarrecompensas.

Esta cuestión funciona como disparador y le da vigor a una narrativa que, hasta ese momento, puede resultar un tanto uniforme. La necesidad de rescatar a la niña moviliza al personaje central y lo convoca a un nuevo viaje.

La aventura cuenta con acción, suspenso e, incluso, algo de humor. Vale destacar el excelente desempeño de Vivien Lyra Blair como Leia. Es una interpretación que mezcla simpatía, carácter y ternura.

En síntesis, estos dos primeros episodios de la producción son un acierto y tienen los condimentos necesarios para enganchar al espectador a las próximas entregas.