Hazbin Hotel: adorable infierno

Charlie Morningstar, hija de los mismísimos Lucifer y Lilith, inaugura un hotel con el fin de “rehabilitar” a los habitantes del Infierno y posibilitarles la llegada al Paraíso. Pero no hay nadie interesado en registrarse. Encima, el Cielo enviará antes de tiempo a su ejército exterminador para reducir la sobrepoblación endiablada. Y, así, la trama de Hazbin Hotel (del inglés has-been para señalar a los exfamosos) deriva en intercambios explosivos que traen frescura a la plataforma de Amazon.

Además de Charlie, aquí está su novia, Vaggie; el bartender gatuno del hotel, Husk; el andrógino actor de cine porno, Angel Dust; la psicótica encargada de limpieza, Niffty, y Alastor, el demonio de la radio (voz de parlante incluida). Todos conviven e intentan sobrevivir tanto en el propio hotel como en las calles del averno.

Hay cadenas que atan a las almas, pequeñas historias de opresión e internas despiadadas. No obstante, casi sin esfuerzo, lo mejor de Hazbin Hotel es el carisma de sus personajes, que ofrecen un rango emocional atractivo de principio a fin. En especial el de Alastor, quien se roba el show con su permanente y siniestra sonrisa, y que provee la tensión dentro y fuera de cuadro. Un verdadero ser onminisciente que nunca muestra sus cartas; un acierto genial que, hasta el final de la temporada, combina entradas y salidas para, en apariencia, ayudar a Charlie.

Por fuera de lo religioso, la nueva creación de Vivienne Medrano (Helluva Boss) indaga en la subversión de lo que se presenta como correcto, redenciones varias y hasta canciones que combinan géneros.

En los ocho capítulos de su primera temporada, la serie no niega el lugar del infierno ni sus atrocidades, pero al mismo tiempo consigue que el tono adulto de los diálogos esté siempre bajo el paraguas de una animación cartoon, con expresiones tiernas incluso en los actos más violentos o eróticos. Las propias figuras imponen presencia desde trazos que poseen una admirable facilidad de transformación. Al final, los celestiales terminan siendo más aterradores que los entes de abajo.

El mérito es mayor porque Hazbin Hotel jamás pasa al lado explícito. Bordea, juega, sugiere, pero respeta al espectador y hasta le da un mensaje edulcorado de vez en cuando. No hay chistes para todos los gustos ni un ingenio apabullante, sino un corazón narrativo enérgico que se une a la también vibrante bondad de Charlie.

En este infierno donde la radio le gana a la TV, el canibalismo asoma simpático, los demonios se matan entre ellos y los ángeles son la cara dictatorial de un Cielo que no sabe ni cuáles son los requisitos exactos para ascender a su supuesto Paraíso, vale dudar, observar y apostar a la esperanza. Y si es con música, más todavía.