Uno de los primeros paneos de Ted Lasso se eleva con sutileza para mostrar que el propio Ted (Jaison Sudeikis) está leyendo The Dharma Bums de Jack Kerouac, autor que marcó a la generación beat con su novela On the road. No es un capricho pseudointelectual: la serie de Apple -ganadora de siete Emmys– cambia el sentido de la comedia a su antojo y demuestra cómo se puede romper cualquier estereotipo en un par de minutos.
La historia del entrenador de fútbol americano devenido DT de la Premier League escapa al lugar común. No solo porque el coach regala libros a los jugadores del ficticio AFC Richmond y da charlas que beben de la inteligencia y la oportunidad más que de la autoayuda, sino también por su combinación de cartoon y realismo.
Podría ser un hijo de Disney, el relato de un entrenador que consigue que su equipo encadene victorias para llegar al campeonato, lección moral mediante. Pero tampoco, porque la serie tiene un estilo tan fresco como pragmático: Richmond no logra su principal cometido y la hinchada no termina de perdonar los yerros del DT. Todo su primer trayecto queda envuelto en un reconocimiento puertas adentro.
Mientras tanto, las relaciones entre la directora del club (guiño al feminismo con la excelente Hannah Waddingham, que ya había estado en un club ficticio de la Premier con la serie Footballers’ Wives), Ted, los jugadores y el staff técnico evolucionan en una suerte del detrás de escena cálido y vibrante. El deporte se intercala con las vidas personales sin rastro de moralina.
Tal y como La pirámide invertida, libro de historia táctica del fútbol que lee el “coach” Beard (Brendan Hunt), Ted Lasso explica cómo evitar lo previsible y lo inauténtico. Lo hace combinando detalles actuales como las inversiones extranjeras, el marketing permanente y la división política de Estados Unidos con la intemporalidad británica del pub, el barrio donde se conocen todos y, sobre todo, el diálogo de tú a tú.
Justamente con Beard -brillante en sus expresiones y verdadero entrenador de la disciplina- y luego con Nate (Nick Mohammed) -tímido utilero que poco a poco destila su ego- es cuando la serie logra complementar la docencia de Ted.
Y aun así, los problemas del profesionalismo dejan la puerta abierta al humanismo: Ted es un hombre doblemente golpeado que toma las contras para sacar lo mejor de otras personas. Y para darles –y darnos– algo en que creer. En ese marco, Sudeikis mezcla lo mejor de su pasado en el legendario show Saturday Night Live con semblantes conmovedores.
El giro también se produce en el protagonista, que nació en 2013 a partir de las publicidades de la cadena NBC para promocionar las emisiones de la Premier League. Allí, Lasso era ingenuo y rozaba la arrogancia. El cambio de personalidad en la producción de Apple resulta tan notable como acertado, incluso a pesar de diálogos que reiteran los de aquellos videos.
El veterano capitán Roy Kent (Brett Goldstein, guionista de la mayoría de los capítulos), el inmaduro y goleador Jamie Tartt (Phil Dunster), la rimbombante Keeley Jones (Juno Temple) y el secretario Higgins (Jeremy Swift) completan ese cuadro donde la calma no existe. La comedia va desde las referencias a los clásicos del cine y el cinismo del periodismo deportivo hasta las guerras mundiales, las estrellas de música y la salud mental.
Apple entrega una joya y hasta critica la conectividad de la tecnología contemporánea. Más mérito cobra si se tiene en cuenta que los propios Sudeikis y Hunt crearon la idea junto a Joe Kelly, guionista de How I Met Your Mother, y Bill Lawrence, productor de la exitosa Scrubs. Muchas de las interacciones intensas de Ted Lasso recuerdan a las andanzas de aquellos médicos.
En este caso, con una pelota de por medio y verdaderos clubes y estadios del fútbol inglés, Richmond surge como el lugar donde la vida misma pasa entre pequeños sketches. El cliché del malentendido y las frases hechas quedan de lado para hablar de la amistad, el espíritu de equipo y profesores que trascienden. Son lecciones cara a cara que navegan el interior y exterior de una cancha.
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Brillante.