Crítica: La vida ante sí

Por Julián Haramboure

Tras diez años, Sophia Loren regresa al mundo de los largometrajes con un drama sobre la amistad y dirigida por su hijo, Edoardo Ponti. La vida ante sí, film italiano de Netflix cuenta el particular vínculo entre dos personas de edades y culturas distintas: Momo (impecable interpretación de Ibrahima Gueye), un niño nacido en Senegal, le roba unas antigüedades a Madame Rosa (Loren) en una feria. Ese conflictivo encuentro es el inicio de un vínculo que, luego, sorprenderá a ambos.

 

Al inicio, Momo está bajo el cuidado del doctor Cohen, quien, al descubrir el robo y comprobar que las cosas son de Madame, envía al chico a la casa de la señora para que se disculpe. Además, le hace a Rosa un especial pedido: que el nene se quede con ella al menos unas semanas hasta que le encuentre otro hogar, ya que es importante que tenga una figura femenina.

En el cine actual, muchas propuestas van de mayor a menor, inician con cierta intensidad y suelen desinflarse hacia la segunda mitad. En este caso, pasa todo lo contrario.

 

La primera parte de La vida ante sí cuenta con la presentación de los personajes principales y de las características del contexto en el que viven. Sin embargo, una vez que esto se da a conocer, la película tiene sus minutos de bache. Por suerte, y por habilidad del guion, la producción sale a flote a tiempo y de muy buena manera.

 

Momo es un renegado, un niño que esconde sus sentimientos y elige la venta de drogas como una salida para el “dinero fácil”. En principio se muestra reacio a las órdenes de Madame y muy frío con su compañero de cuarto. No obstante, Madame Rosa y el joven africano se darán cuenta de que son más las cosas que los unen que las que lo separan. Es en ese punto donde la producción hace acordar en algunas cuestiones a la excelente Intouchables (2011).

 

La dirección, es correcta, prolija, y hasta se anima a una creación 3D bastante lograda. Además, la narrativa sobre la evolución de la personalidad de Momo está bien construida. Si bien la película resulta previsible, consigue una importante carga emotiva y simbólica, sumado a un desenlace acertado.

 

🤩 Lo mejor: la actuación de Ibrahima Gueye y la potencia del desenlace.
😒 Lo peor: baches ente la introducción y el nudo de la historia.

Valoración: Muy buena 👏

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