Jurassic World: Dominio venía a cerrar por todo lo alto la saga que comenzó en 1993. Su director e intérpretes así lo afirmaron. Pero poco se puede hacer sin Steven Spielberg y con un guion que no tiene pies ni cabeza.
Hay un beneficio que se le puede otorgar a esta última entrega dirigida por Colin Trevorrow, protagonizada por Chris Pratt, Bryce Dallas Howard e Isabella Sermon, y acreedora del retorno del trío original conformado por Sam Neill, Laura Dern y Jeff Goldblum: los dinosaurios siempre entretienen, con plumas o sin ellas. El CGI y la recuperación de una parte animatrónica convence desde las estructuras hasta los rugidos. Pero, claro, aquí hay una historia que no cuadra.
Sucede que toda Jurassic World -y en especial, Dominio- es hija de una industria que hace culto del efecto por sobre el clímax, de la acción por la acción misma y del fan service por sobre la tensión dramática. Pocos exponentes se salvan.
Entonces, cuando parece que los dinosaurios se expandieron mágicamente por el mundo, cuando hay una premisa de langostas genéticamente modificadas que va y viene, o cuando hay pasajes de militarización sobreactuados y de clase B, las cosas se derrumban más allá de cualquier proeza audiovisual (que las hay, pero pocas, y sin el carácter de suspenso al que apuntaba el film original).
Alan Grant no tiene nada que hacer en este marco tan alejado de los conocimientos palentológicos; mucho menos Elie Sattler, a la que solo le queda la actitud. El Dr. Henry Wu solo está para ejercer un acting de rendención. ¿Ian Malcolm? El comic relief que tiene más relief que comedia. Y el enemigo, aquel Lewis Dodgson que aparecía brevemente en Jurassic Park, queda reducido a una extraña caricatura con diálogos telenovelescos.
Mientras tanto, Owen Grady (Pratt) y Claire Dearing (Dallas Howard) luchan, jadean y se esfuerzan junto a su hija adoptada, Maisie Lockwood (Sermon)… El dúo de Jurassic World y JW: El reino caído es el que parece que debería llevar la posta en vez de los seres nostálgicos. Pero la edición -que goza de una asimetría espectacular- insiste en un juego de acción/reflexión que nunca ata cabos.
Al fin y al cabo, nos llevan por un desfile de problemas graves vestidos de superficialidad. El tráfico de dinosaurios, la clonación, la genética y la identidad no coordinan sus acciones. ¡Cuántas cosas para decir y cuánta pobreza para expresarlo!
La coexistencia del humano y la fauna con los entes prehistóricos apenas se pone en tela de juicio, pero, hacia el final, fuerza su camino para decirnos que sí, que ese era el verdadero asunto. ¿Por qué perderse la posibilidad de desarrollar cada aspecto de esta premisa para apostar al morbo, las frases de compromiso y la autoparodia de situaciones emblemáticas (viaje en helicóptero incluido)? Solo director y guionista lo saben.
“La vida se abre camino”, decía Malcolm en la producción de Spielberg. Los capítulos de Jurassic World llegaron a su fin sin haber comprendido la metáfora de esa línea; y sin haberse exigido a sí mismos una evolución en la manera de entender la trama de sus predecesores. Al menos, resta el consuelo de saber que la verdad siempre nos espera en aquel parque jurásico.
2 Comentarios. Leave new
A mí me gustó. Después de la original, que es una maravilla, todas las demás son películas domingueras y listo. Y esta última me parece la mejor de todas esas películas domingueras
Para gustos… jajaja