Adaptada de la novela de Frank Herbert, y con el recuerdo de la versión de David Lynch en 1984, la historia dirigida por Denis Villeneuve (Blade Runner 2049, Arrival) parece ir hacia la épica por inercia. Sin embargo, las dos horas y media de esta nueva Dune tienen otra cosa que decir.
La trama es fácil de seguir: en el año 10.191, el Imperio ordena que la Casa Atreides reemplaze a la Casa Harkonnen como regente del planeta Arrakis, de donde se extrae la especia, elemento fundamental para los viajes intergalácticos (y para dejarles los ojos azules a quienes vivan en los alrededores). De inmediato, surgen las rencillas políticas y el protagonismo de Paul Atreides (Timothée Chalamet), quien deberá salvar su vida y adentrarse en las nuevas tierras.
Uno de los méritos de Villeneuve es ese: el haber adaptado una novela bastante compleja a una trama lineal y sencilla. Luego, todo cae, expulsa cualquier resto de carisma y comienza a navegar por el peor de los caminos: el genérico. Y también por el camino paralelo, el de los estereotipos que fingen no serlo: el mentor de Paul, el guerrero, el jefe de familia, la madre protectora… Tan solo es nombrar y comprobar.
Sucede que Dune parece ser el resultado de la combinación de la fórmula Marvel con la edición de Arrival (2016) y el intento de mística de Blade Runner 2049 (2017). Aunque ambas son buenos exponentes de la capacidad del director franco-canadiense, la unión de sus recursos ofrece más efectos que tensiones.
Esos artificios se extienden a los propios jóvenes actores, de correcta factura pero sin la chispa de sus compañeros “veteranos”: Josh Brolin, Javier Bardem, Jason Momoa, Rebecca Ferguson, Charlotte Rampling y Stellan Skarsgård brindan un arrojo que no halla correlato en Chalamet ni Zendaya.
Al grano: Dune podría llamarse de cualquier otro modo, porque, más allá de los bien diseñados -y verdaderamente temibles- gusanos de arena, lo único que tiene de distinto es su título. Los trajes que reciclan agua, los símbolos cuasi fascistas, las naves y otros elementos que se suponen adelantados miles y miles de años no prometen una conexión cien por ciento justificada.
El film apuesta más a la contundencia reiterativa que al desarrollo de sus personajes y la evolución de los escenarios. ¿Empatía con lo que le sucede al padre de Paul? No hay tiempo para eso. ¿Sufrimiento en el rostro de nuestro personaje principal? Poco, porque ya parece conocer Arrakis a partir de sus visiones. Entonces, el misterio desaparece mientras la cámara nos pasea por las dunas, la gran ciudad y las acciones de los enemigos de Atreides con el mismo rigor.
La música de Hans Zimmer, funcional en Insterstellar (2014), se vuelve un coro monótono de tono -previsiblemente- árabe que hace un esfuerzo por levantar o narrar lo que ya se ha narrado. Los conceptos sagrados y el CGI solo sirven de estímulo visual. En cuanto a las batallas y/o duelos, basta nombrar una película de acción al azar (incluida la última trilogía de Star Wars) para ver cómo el copiar-pegar está automatizado hasta en las universos que deberían evitarlo a toda costa.
Hay una sensación más aventurera en esa filosofía metafísica de las “brujas” Bene Gesserit, que aborda el camino que un “elegido” (sí, otro de esos) debe seguir. Pero el guion se come esa intención desde el principio, quitándole sabor a un mundo ya de por sí masticado: si un matiz lucha por aparecer, un diálogo lo disuelve.
Dune se torna un festín de frases alegóricas contra el marco de un desierto que, para ser un elemento fundamental, está demasiado ausente. Su especia termina siendo un efecto, un McGuffin que se agota enseguida y ofrece poca sustancia como para confiar en su vitalidad.
En entrevista con IndieWire, Villeneuve afirmó que quería que los adolescentes de 13 o 14 años se divirtieran viendo la película. No hay duda de que lo puede conseguir. Pero el entretenimiento es subjetivo, al contrario de la estética que pretende convencernos de que la arena del desierto, algunos helicópteros “futuristas” y una vestimenta feudal retocada destilan magia cinematográfica en sí mismos.
🤩 Lo mejor: ciertos momentos de gusanos y guerras.
😒 Lo peor: la fachada que encierra un andar genérico.
Valoración – Correcta 😐
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